miércoles, 30 de marzo de 2011

La motivación


La motivación es muy importante a la hora de ponerse a perder peso. No sólo al comenzar sino, en realidad, durante todo el proceso porque sé que voy a tener muchos momentos de debilidad que amenazan con desviarme de mi objetivo. Por eso necesito tener siempre un alto grado de empuje que provenga de los beneficios que espero obtener con el esfuerzo y el sacrificio. La atracción de la meta. El premio por llegar. La satisfacción personal por avanzar.

¿Qué me ha motivado para lanzarme, de una vez por todas, a esta carrera?

Una mezcla de sentimientos, frustraciones, deseos, sueños y responsabilidad. Cosas positivas y cosas negativas.

Las negativas han sido (y están siendo muchas):

Me ha motivado mi fracaso a la hora de cuidarme; mi debilidad al ver que un día y otro volvía a comer y comer y comer pese a saber que eso no era bueno; mi decadencia física (¡yo que practiqué karate, fútbol sala y rugby a la vez durante un tiempo!) que me ha hecho ser más una "masa de carne" que una persona; la vergüenza al verme cada vez más gordo (recio, fuerte, sano, dicen en mi tierra) y descubrir con horror que cada día me valía menos ropa; la frustración y la rabia por saberme esclavo de mi ansiedad y de mi gula.

Las positivas, que también las hay y que son, en definitiva, las que han de reforzarse con el paso de los días porque son los "objetivos", podrían reducirse a estas:

Me motiva la posibilidad de disfrutar más y mejor de mis hijos, aguantar su ritmo, jugar con ellos sin asfixiarme a los pocos minutos, poder hacer deporte con ellos (sólo esto ya basta, pero hay más); recuperar la autoestima; caber en la ropa que se acumula en mi armario y que "un día" me valía; mirarme al espejo y verme a mi mismo, no a un ser hinchado y con cara enfermiza; vivir mejor.

Todos estos "motivadores" los tengo presentes desde hace tiempo pero han activado algo en mi interior hace una semana. Ahora es cosa mía seguir teniéndolos presentes y no dejar que el autoengaño me vuelva a cegar. Por eso los escribo aquí, para fijarlos en un soporte que perdure, para volver a ellos cuando la parte irracional me ataque, para tener una referencia, un refugio.

Para saber por qué lo estoy haciendo.

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