viernes, 9 de septiembre de 2011

Un poco de caos


Esta semana ha sido un poco caótica. En casa hemos disfrutado de exquisitas viandas y de dulces caseros que me han tentado con excesiva maldad. Tarta de queso con mermelada de frambuesa, turrón de chocolate con arroz, baclava casero... y de todo he podido comer gracias a que he estado haciendo equilibrios con todas las comidas.

Al final una cosa está clara: se puede comer de todo mientras se coma de un modo racional y controlado. Los abusos que he cometido este verano (de los que ahora, a toro pasado, me arrepiento) me llevaron a una conducta completamente irracional. Abusar de la comida (en todas sus variantes: bollería, helados, repostería, comidas pantagruélicas, picoteo a deshoras) me llevó a un progresivo hinchazón de mi cuerpo que yo, ufanamente, trataba de medir por medio del viejo truco de ver cuando cambiaba de agujero en el cinturón (y lo hice, claro).

La pesada al volver de vacaciones fue un mazazo esperado y demoledor. A fin de cuentas era la constatación de un fracaso que nacia de mi propia incapacidad para mantener la palabra dada. Un fiasco. Por eso ahora pretendo volver a la seriedad y la vocación inicial. Remarcarme los objetivos y seguir adelante.

domingo, 4 de septiembre de 2011

De nuevo, en el camino


Ahora que el verano toca a su fin es el momento de presentar las cuentas de los excesos cometidos en el ámbito calórico

Como ya dije, entre la última pesada anterior al veraneo y la primera posterior al mismo, me encontré con que a base de deslices y descontrol había engordado la friolera de CINCO kilos. Es mucho en tan poco espacio de tiempo se mire como se mire. Un gran fracaso en alguien que pretende lograr un control permanente del peso. Pero lamentarse sin más no sirve de nada salvo para crear frustración y desánimo. Así que, lo mejor que puedo hacer es volver al camino de la dieta y del control y, sobre todo, de la paciencia.

Dieta, control y paciencia. La clave para volver a convertir en habituales los trucos aprendidos antes del verano para contener la ansiedad y enfrentarme a esa voracidad que es implícita a los que somos gordos. Y en esas estoy desde hace dos semanas (aunque no haya habido entrada en este blog).

No me quejo. La primera semana perdí 2 kilos, probablemente beneficiándome del hecho de que esos kilos no estaban "asentados" (Unai dixit) y de que respondían a la hinchazón propia de quien abusa del comer mal. Se fueron facilmente y de manera ordenada. Ahora toca volver a la rutina y regresar a la senda que me permita alcanzar mi segundo y gran objetivo: llegar a 98 kilos de peso en Navidad.

Así que, tengo por delante una batalla de once kilos más o menos que espero vencer definitivamente. De ese modo podré luchar por lo que realmente me apetece: mantenerme entorno a 100 kilos de peso máximo y no pasar de ahí nunca más (¡uf! nunca más suena un poco largo ¿verdad?).