domingo, 26 de junio de 2011

El kilo de la verguenza


Esta última semana ha sido infernal. Como se puede ver en la Pesada he cogido un algo más de un kilo de peso y sólo puedo señalar a un culpable: YO.

No he seguido la dieta ningún día y me he dado a una cantidad de excesos salvaje. Galletas y turrón de chocolate hechos en casa (tan ricos como hipercalóricos), desorden en las comidas al entrar en vigor el horario de verano en el trabajo y una cena con pizza justo la noche anterior a la pesada. Desde luego sabía que me venía un palo, sólo desconocía de qué cuantía. 1,2 kilos. Un retroceso que da que pensar.

La falsa sensación de controlar las cosas y de que esto es más fácil de lo que parece ha vuelto a hacerse presente. El autoengaño en estado puro. Y mira que me he dicho una y otra vez que ese es, precisamente, mi punto débil. Que esa es la conducta a modificar de una vez por todas. Pero parece que no consigo desligarme por completo de esta capacidad de torear a mi propia voluntad y conciencia ¡Pues que bien!

Un kilo ganado es, en realidad, algo así como un kilo y medio ganado en realidad, porque a lo que no he perdido esta semana (medio kilo está siendo una media habitual) sumo lo que sí he ganado (ese kilazo). Tiempo perdido de cara a mi objetivo final y bofetada a la moral. Malo, malo.

¿Cómo seguir adelante? Un resultado tan malo ¿es definitivo para tirar la toalla? No, claro que no. Pero sí que toca replantear algunas cosas y recalibrar los medios. Seguiré usando el mismo método pero adaptado a mis nuevas necesidades y limitaciones. Porque hay dos cosas que están demostradas:

1ª El método, bien aplicado, funciona a la perfección.
2ª Soy capaz de aplicarlo sin grandes sacrificios.

Así que el problema (más allá de engañarme a mi mismo) reside actualmente en lo complicado que se ha vuelto mantener el ritmo de comidas con el nuevo horario en el trabajo. Estoy seguro de que si vuelvo a la regularidad todo lo demás volverá a su sitio de cara a la semana que viene. Por lo tanto, toca centrarse de nuevo en lo que pretendo (quitarme este sobrepeso que me genera tantos problemas de salud) y en asumir que adelgazar es algo que se hace poco a poco ya que el cuerpo tiene sus ritmos y hay que respetarlos.

Una buena noticia es que esta semana he tenido la revisión médica anual y todos los parámetros han salido correctísimos. La tensión muy buena 12/7, las transaminasas otra vez normales (después de tres años algo por encima de lo recomendable) y el colesterol en su sitio. Sigo viendo bien (con gafas, claro), mi capacidad pulmonar es la correcta, la capacidad auditiva sigue en su sitio... estoy preparado físicamente para seguir adelante con la dieta.

¡Leñe, si lo tengo todo a favor! Si no gano esta guerra es porque no quiero y no me da la gana.

domingo, 12 de junio de 2011

Sorpresa


Bueno, confieso que esta semana ha sido un despropósito tras otro en lo referente a la dieta. Todos los días ha pasado algo (comer fuera, un compromiso, un cumpleaños) que me ha impedido ceñirme estrictamente a la dieta. Por lo que creo que podía haber llegado mucho más lejos ante el esfuerzo invertido. Pero esta carrera es de fondo, no de velocidad.

Como ya dije, estoy con un tratamiento con cortisona que me advirtieron que tenía como efecto secundario probable que retuviese líquidos, surgiesen algunos problemas digestivos y que me subiese la tensión. Eso significaba que me resultaría más difícil perder peso y que podría tener algún tipo de malestar físico llegado el caso.

Lo de la retención de líquidos no sé si se ha producido pero lo de la digestión seguro que sí porque lo cierto es que llevo una semana bastante mala en lo referido a ir al baño. Tanto sólido como líquido. Creo que sufro algún tipo de estreñimiento o de contención que me hace tener todo el día la sensación de estar lleno y por mucho que me siente en el trono y pontifique aquello prospera más bien poco.

En cualquier caso, entre los saltos de la dieta y la retención el escenario que me había planteado que se iba a producir en la Pesada era bastante aciago y luctuoso. Estaba seguro de que habría engordado nuevamente (con el coste para la moral que eso significa). Pero, ¡arrea!, resulta que pese a todo la báscula me dice que he adelgazado algo más de medio kilo.

¿Cómo es posible?¿Soy un agonías o es que, pese a todo, hago la dieta lo suficiente como para seguir perdiendo algo de peso?

La respuesta que me viene a la cabeza es sencilla: cómo todavía me sobra mucho peso a poco que hago dieta mi cuerpo responde perdiendo kilos pero cuando me sobre menos dejaré de perder si no elevo mucho el esfuerzo.

Es probable, me sobra tanto que a poco que me cuido algo ya pierdo.

Vale, es plausible y me lo creo. Pero entonces ¿la retención de líquidos y la mala semana digestiva que estoy pasando no significa nada? No lo sé, pero quizá cuando termine el tratamiento desaparezcan esos síntomas y todo vuelva a la adorable normalidad que es tan cómoda.

Sea como fuere el reto sigue en pie. Me siguen sobrando bastantes kilos, sigo teniendo la mayor parte del armario inutilizado, mi cuerpo sigue estando muy débil y todavía arrastro secuelas físicas provocadas por el sobrepeso (mi tobillo izquierdo me provoca una molestia constante). Sigue habiendo mucha tela que cortar y el tiempo corre en mi contra: el 31 de diciembre se me acaba el plazo para llegar a los 98 kilos.

Por cierto, la dieta que sigo es muy sencilla y la comentaré en varios posts que espero poder escribir esta semana con más calma.

domingo, 5 de junio de 2011

Medicinas y mentiras


Como esperaba, esta semana he engordado 0,8 kg por dos causas bien diversas.

La primera es que por motivos de salud estoy sometido a un tratamiento médico a base de cortisona. Normalmente este tipo de medicamentos provoca retención de líquidos y eso suele significar engordar temporalmente, hincharse un poco y hacer peores digestiones. En definitiva, fastidiar cualquier tipo de dieta que precisamente se base en perder líquidos y hacer mejores digestiones. Además, tengo que evitar los alimentos salados por lo que he perdido algunos de mis más fieles aliados en la pérdida de peso: los frutos secos. Pero, siendo honrado, no creo que este tratamiento (que no superará los 12 días de duración) sea el verdadero responsable de mi ligero rebote.

La segunda causa ha sido mi absoluto y espantoso descontrol con las comidas esta semana. He fallado prácticamente todos los días y me he deslizado peligrosamente hacia terrenos poco halagüeños. Dos comidas fuera de casa en los que disocie más bien poco (aunque tuve la posibilidad de hacerlo), bastante glotonería con dulces varios (rosquillas del Dunkin Donuts, un brownie hecho por mi esposa que está de vicio, polvorones caseros, ¡un desastre!). Me he dejado llevar, quizá engañándome a mi mismo con aquello de "pero si está siendo fácil adelgazar", y ahora tengo las consecuencias ante mi.

Abreviando, afirmo con rotundidad que esta semana he fracasado terriblemente en mi intención de adelgazar hasta pesar 98 kilos. Me he rendido desde el primer momento y he perdido siete días enredado en una sutil red de autoengaños, desilusiones y mentirijillas ¡Qué hermoso ejemplo de la flaqueza que se esconde tras la búsqueda de cualquier escusa!

Hoy iré a nadar un rato y tendré nuevamente ante mi siete días de enfrentamiento con mi gula. Es lo bueno de esta vida cíclica, cuando llega la noche sabes que es sólo el preludio inevitable de un nuevo amanecer. Así que tengo ante un nuevo ciclo. Espero ¡y deseo! que el próximo domingo pueda traer buenas noticias. No tanto por rellenar una entrada de este blog sino por mi propia satisfacción.

sábado, 4 de junio de 2011

Fue bien. Irá mal.


Reconozco que esta semana me he llevado una sorpresa de aúpa al pesarme. Pensaba que iba a perder poquísimo o incluso coger algo de peso pero resulta que mi báscula dice que he perdido un kilo y medio. ¿Se equivoca ella o mi percepción?

Asumo que la báscula puede dar un peso aproximado y por eso, como ya he dicho otras veces, me peso al menos tres veces para ver si oscila el resultado. Pero hoy siempre me ha dado el mismo peso: 106,2 kg. Así que asumo que mi peso debe andar por ahí.

En cualquier caso, no me quiero fiar. Ahora estoy pasando momentos duros porque mantener el convencimiento es complejo. A fin de cuentas, el ánimo y la voluntad se ven alterados por muchos factores (el trabajo, la familia, el cansancio acumulado) y en un momento dado se puede sufrir una recaída. Eso es lo que más temo ahora.

Además están los imponderables de la vida. Por ejemplo, estoy inmerso en un tratamiento médico que me va a hacer engordar un poco por la retención de líquidos que provocan los medicamentos. Es una cosa temporal (dos semanas) pero altera mi dieta obligatoriamente y me descentra bastante. Debo ser más cuidadoso si cabe con la comida y con las "licencias" que me tome pero doy por sentado que voy a pasar quince días malos en lo referente a la dieta y la pérdida de peso, ojalá no me venga muy abajo.

En la Pesada de mañana (que promete ser desastrosa) desataré todos mis temores...