domingo, 1 de mayo de 2011

Tres semanas perdidas


Una de las peores cosas (si no la peor) que te pueden pasar durante una dieta es que en medio de la misma, en vez de adelgazar, engordes. Bien, eso me ha pasado a mi esta semana. He retrocedido al punto en que estaba hace tres semanas prácticamente por lo que, en puridad, he tirado por la borda mucho sacrificio e ilusión.

En la Pesada de esta mañana me he cerciorado de lo que me venía barruntando desde el viernes: he engordado 0,8 kilos de golpe. Y no puedo decir que me sorprenda, la verdad. Esta semana por unas cosas u otras me ha resultado muy difícil mantener la dieta en firme y he caído con bastante intensidad en algunos fallos que, seguramente, podría haber evitado (o, al menos, reducido).

Veamos.

La dieta se basa en la constancia y el compromiso. Lo segundo lo tengo garantizado y por ahí no hay problema. Pero lo primero depende de muchas circunstancias. Aunque quiera controlar continuamente lo que como, en ocasiones surgen situaciones que te lo hacen extremadamente complicado. Por ejemplo, en una celebración. Ayer mismo estuve de "cumpleaños" y tengo que reconocer que decidí romper los límites de manera consciente imbuido por el ambiente y las viandas. Pero una comilona, por sí sola, no basta para destrozar toda una semana de dieta. No. Lo cierto es que el viernes también tuve un desliz provocado por unas rosquillas de San Isidro (que son mi debilidad). Y el miércoles comí fuera sin atenerme a la prescripción de la dieta.

Resultado: una semana nefasta que me ha hecho retroceder bastante.

No me justifico con estas palabras sino que trato de hacerme ver a mi mismo dónde he fallado y por qué no he sido capaz de remediarlo.

La razón principal del fracaso ha residido en mi incapacidad para prever los riesgos a los que iba a enfrentar a lo largo de la semana. Sabía de antemano que el sábado tendría comilona. Supe con un día de antelación que el viernes habría rosquillas a mi alcance. Y la comida del miércoles no era a menú cerrado sino que estuvo en mis manos elegir qué comía. Así que, si hubiese planificado mejor mi semana, habría podido eludir los fallos con bastante facilidad. Hubiese tenido en cuenta que al haber tantas posibilidades de romper la dieta lo mejor habría sido ser más exigente los días "normales" o, incluso, haberme controlado mejor los días "salvajes". A fin de cuentas, nadie me ha obligado a comer nada. Todo lo he hecho yo solo y soy el único responsable de mis deslices.

En definitiva, el palo en la Pesada me lo he estado buscando y, aunque tiene su carga de desmoralización, al menos puede servirme para mostrarme que es muy fácil hacer algo mal y que ni esto ya está encauzado ni puedo permitirme muchos más deslices.

Sigo adelante, sí, pero espero ser mucho más precavido y exigente. Me lo merezco.

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